Creo que cada paisaje cuenta algo, dependiendo de cuál sea, cómo esté pintado/ fotografiado, etc.
y creo que todos hemos sentido ese impulso de querer fotografiar el inmenso espacio que tenemos frente a nosotros, muchas veces sin saber por qué.
Cuando viajaba solía tomar muchas fotos a las montañas, porque donde yo vivía no habían, y verlas de pronto ahí, tan majestuosas, como un regalo de la Madre Tierra, me hacía sentirme feliz.
Otras veces, por ejemplo, visitando la playa, no contenía las ganas de fotografiar el mar, porque me daba melancolía, me hacía recordar muchas cosas que había vivido antes en esa misma playa.
Las primeras veces que viajé a la Ciudad de México, desde el avión podía contemplar miles de formas en la tierra, y por la noche, todo tan oscuro me hacía sentir tan pequeña, tan frágil, la cantidad de luces que hay en Tabasco es mil veces menor que las que vi por primera vez desde el avión sobre la capital.
Siempre me creaba historias, de mí viviendo en aquellas montañas, de cómo estarían jugando los niños en el mar, incluso de la vida marina que había allí, y me ponía a pensar también en las miles de personas entrando al baño, manejando, llorando en su habitación o llegando a casa en aquella ciudad que parecía nunca apagarse.
El paisaje para mí representa eso, la vida, la muerte, los ciclos, la creación.
Todo lo que la Madre Tierra y el hombre han creado.
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